En pocas culturas alcanza la vivienda un interés tan alto como el que nos merece la casa romana. Ello se debe no sólo a que se logra estabilizar un tipo de vivienda válido hasta nuestros días en el clima mediterráneo, sino a que con ella se alcanza una sabia integración entre la función y la estética. Estos edificios que poseen un patio central, alrededor del cual se ciñen las habitaciones, logran que la vida se desarrolle hacia el interior, ya que la luz la reciben de ahí y la intercomunicación entre las habitaciones es fácil y amable. Las fachadas no tienen demasiada importancia y a menudo están ocupadas por tiendas que no tienen comunicación con el interior. Se logra crear así crear una vivienda lo bastante rica en sí misma y lo suficientemente aislada del exterior como para construir una verdadera unidad biológica.
El esquema clásico de la casa romana se enriquece a partir del siglo II a.C. con las influencias helenísticas adoptando el peristilo o patio de columnas. Son muy representativas y particularmente interesantes por su excepcional estado de conservación las de Pompeya y Herculano, así como las de Ostia, (el puerto de Roma). En ocasiones se alzan casas de alquiler de hasta cinco pisos, llamadas insulae.
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