martes, 21 de enero de 2014
27. El retrato romano.
El retrato es el tema más apasionante de la estatuaria romana, en la línea de esa corriente realista y popular que hemos señalado, hunde sus raíces en los retratos funerarios etruscos. El artista persigue en las cabezas que esculpe, una fidelidad al modelo que traduce no solo el parecido físico, sino también el psicológico. Es difícil precisar en los primeros retratos romanos lo que en ellos pueda haber de etrusco o helenístico. Hay una fuerte tendencia que tira hacia el realismo, que nunca veremos en la obra helenísica, tales como la dureza de trazos y de expresión. Pero éstas características romanas duran poco y con Augusto como emperador, cuando Roma alcanza una grandeza, quiere ser divina, así tenderán hacia un mayor helenismo. La tendencia helenizante que se impone en los ambientes cultos y en los oficiales aún con una corriente más latina de caracter popular. Esta última va aflorando cada vez más en los retratos de la época de los Flavios hasta que con Trajano alcanzan su verdadera madurez y personalidad. A partir de Adriano, empieza a generalizarse el uso de la barba por el Imperio y así lo vemos en lo sucesivo. Paulatinamente se va simplificando el modelado y acusando los rasgos, lo que ayuda a una mayor expresividad y comunicación psicológica; pero a esa simplificación conduce a un excesivo esquematismo tratando de buscar una perdida grandiosidad.
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