jueves, 22 de mayo de 2014

51. El arte nazar

La severa derrota almohade en las Navas de Tolosa, evidenció el empuje incontestable de los reinos cristianos y resquebrajó el poder musulmán, dividiéndolo en nuevos reinos taifas de los que el de Granada era el más rico y poderoso.
Es común a los edificios nazaríes el descuido de los exteriores mientras una profusa decoración ornamenta los interiores; se emplean materiales pobres, la mampostería y el tapial; es excepción el arco de herradura, sustituido por un arco peraltado de silueta acampanada, y el resto de formas mixtilíneas revelan la función puramente ornamental de los arcos granadinos; las columnas presentan fuste cilíndrico; los socorridos capiteles corintios son sustituidos por modelos llenos de originalidad, con dos cuerpos, uno cilíndrico con decoración de cintas y otro sobrepuesto, de forma cúbica y frecuente incorporación de mocárabes; la cerámica de tipo alicatado recubre las partes bajas o zócalos de las estancias, siendo más tarde utilizado generosamente el azulejo; aportación de intenso efecto decorativo es el empleo de bóvedas de mocárabes.
Fueron construidas las edificaciones de más alto interés que constituyen el conjunto de la Alhambra, palacio y fortaleza a la vez que consigue una peculiar asimilación al paisaje circundante y que consta de un sinfín de variadas dependencias destinadas a funciones militares, otras a habitación de un sinnúmero de servidores y sobre todo residencia del soberano y harén familiar. Otros espacios son zonas de carácter público y oficial. Todo este rico complejo es fruto de la labor constructiva de varios reyes granadinos. Los monarcas granadinos poseían una residencia veraniega situada en frente de la Alhambra. Es el recinto llamado Generalife, en el que los jardines, estanques y huertas alcanza su máximo y esplendoroso desarrollo (como se puede apreciar en la fotografía). Por último es necesario agregar otros ejemplos de arte nazarí, tales como algunas partes de la mezquita del Albaicín o el cuarto real de Santo Domingo, ambos en Granada. La profunda huella que dejó en el arte mudéjar hispano habla de la elevada entidad estética del arte nazarí, pero esto es objeto de otro tema.

50. Almorábides y Almohades.

 La rivalidad entre los distintos reyezuelos taifas, propició la presencia en Al-Andalus de los Almorávides, pueblo bereber que dominaba el Magreb. Aunque la invasión almorávide supuso un corte en la evolución cultural protagonizada por la monarquía cordobesa, permitió la entrada de algunos rasgos estilísticos de notable trascendencia: los mocárabes, aunque habían sido utilizados con anterioridad, son un característico elemento decorativo del gusto almorávide y se disponen a modo de estalactitas que bajan de la bóveda y suelen presentar forma de lazo o prisma; el arco más usado es el de cortina, formado por dos porciones de circunferencia con centros exteriores y que se cruzan en la clave formando un ángulo; el alfiz suele cortar el arco por sus lados; las bóvedas presentan nervaduras cada vez más finas; los pilares van sustituyendo progresivamente a las columnas. Como ejemplos a citar de éste arte, son las mezquitas de Fez y Marraquex, ambas en Marruecos. En España se reconocen como almorávides las ruinas del Castillejo de Monteagudo en Murcia, nuevo tipo de residencia en el que cobran especial relieve los jardines, fuentes y estanques, que anticipan el gusto granadino.

El dominio almohade reconstruyó de nuevo la unidad hispanoafricana y difundió un exigente ideal religioso que tuvo repercusiones en las expansiones artísticas. Los paños de Sebka y sus peculiares redes de rombos cubren los espacios lisos, mientras que los vanos encerrados entre los arcos se ven complicados con elementos colgantes que arrebatan a aquellos su misión constructiva. El uso de la cerámica vidriada, los mocárabes, el arco de herradura apuntados así como la preferencia del pilar cuadrado sobre la columna, son diversos rasgos que los almohades conservan de sus predecesores almorávides. Como monumentos más representativos deben señalarse las mezquitas de Kutubiya, en Marraquex, la de Hassan, en Rabat, y en nuestro país la de Sevilla, ciudad que al ser constituida capital del reino fue dotada de una gran mezquita de la que tan solo quedan el minarete, la Giralda. Y algunos arcos del llamado patio de los naranjos.
Otro género de edificios almohades que deben considerarse son las fortificaciones. Frecuentemente se organizaban dobles murallas, llamándose barcana situada al exterior, y en la que se intercalaban algunas torres avanzadas con el objetivo de vigilar lugares estratégicos tales como puentes o puertas de acceso, se llamaban albarranas, de las que es el ejemplo bellísimo la sevillana Torre del Oro.

viernes, 9 de mayo de 2014

49. El arte en el período de los Reinos de Taifas.

A la muerte de Al-Mansur, el califato quedó desintegrado y la unidad política anterior es sustituída por la fragmentación que representan los diversos reinos de taifas, que sin contar con el poder económico que había detentado el califato, pretenden, sin embargo, seguir con sus fastuosos gustos artísticos. Con materiales pobres se aspira a aparentar una riqueza decorativa externa, ya que no era posible la generación de nuevos y vigorosos resultados arquitectónicos. La complicación de los arcos alcanza un grado de paroxismo barroco. La Aljafería de Zaragoza es buena prueba de la inusitada complicación de elementos (fondos de atauriques sobre los que se dibujaban arcos de los trazados más complejos y mixtificados).
A la época de los taifas pertenecen otros edificios de interés, tales como las alcabazas de Málaga, Almería y Granada, todas ellas adecuadas a su función de fortalezas que albergaban la vivienda de un gobernador y acuartelamiento de las guarniciones. Una pieza de particular interés son las salas destinadas a baños, como el Bañuelo del recinto granadino o los baños de Baza y Palma de Mayorca.

martes, 6 de mayo de 2014

48. El arte islámico en España: El esplendor de la Córdoba califal.

El arte islámico encuentra en España su más perfecta evolución. En sus realizaciones concretas queda claramente subrayada la unidad existente entre Al-Andalus y el Norte de Africa. El Emirato de Córdoba mientras estuvo sometido al Califa de Damasco se hallaba en proceso de consolidación y no ofrece para la historia del arte interés alguno. Con Abd Al-Rahmán I comienza una de las obras supremas de la arquitectura hispano-musulmana y de todo el arte islámico: la Mezquita de Córdoba. Mezquitas y palacios serán los máximos exponentes del arte islámico cordobés, que aceptó desde el primer momento elementos hispanorromanos y sobre todo, visigodos, especialmente el arco de herradura, ahora más cerrado y enmarcado con una moldura denominada alfiz. Cuando Abd Al-Rahman I ordenó la edificación de la mezquita, se demolió la iglesia de San Vicente, pero se aprovecharon varios tramos de muros y numerosas columnas visigóticas e incluso romanas (algunas debieron de ser parcialmente enterradas para igualar su altura). Para resolver el problema de la altura y la luminosidad, se sobrepusieron a las columnas, unos pilares, desarrollándose así, un bello entramado de arcos de herradura y de medio punto, de un efecto visual complejo y fascinante y cuyas calidades decorativas se realzan mediante la alternancia de las dovelas (como puede apreciarse en la fotografía).

Abd Al-Rahman II amplió la longitud de las naves hacia el lado meridional mientras que en tiempos del emir Muhammad I, se construyó la puerta de San Esteban. Ya en época califal, a Abd Al-Rahman III se debe la ampliación del patio y la erección del minarete (en la actualidad encerrado en la torre del campanario).

Al-Hakam II fue el promotor de la más importante de las reformas, por cuyo efecto alcanzó la mezquita sus más bellos y peculiares perfiles. No sólo fue ampliada la longitud de sus naves, sino que sobre todo se construye la maxura y el actual mihrab con su extraordinaria cúpula, decorada con mosaicos bizantinos de tema epigráfico y vegetal. Capiteles y arcos son típicamente cordobeses. Al-Mansur, aumentó el número de naves añadiendo en esta ocasión al lado oriental otras ocho con lo que totalizan diecinueve, lo que ocasionó la pérdida de la posición central que tenía el mihrab. La mezquita cordobesa marcó su impacto en la ya citada mezquita de Kairuán, que muestra arcos de herradura sobre columnas, azulejos de reflejos metálicos, y en la de Ibn Tulún en Egipto. Los restos más destacados perteneces al palacio de Medina Azzahara, muy próximo al de Córdoba.

jueves, 24 de abril de 2014

47. El arte bajo las dinastías turcas: El influjo de Bizancio.

La ocupación de Bagdad por los turcos selyúcitas tendrá consecuencias importantes para el arte islámico. En relación con el trazado arquitectónico de las mezquitas, los selyúcidas, aunque mantienen el tradicional esquema de la mezquita omaya, introducen una evolución notable al fijar el modelo de las madrazas, sedes de las escuelas teológicas coránicas. Adoptan planta de cruz, disponiéndose en torno a un patio central con aljibe, al que se asoman las dependencias en forma de iwanes. Se añaden la biblioteca, celdas de los estudiantes, cocinas, baños, etc. y con frecuencia incluyen una pequeña mezquita, que es la sala donde se imparten las enseñanzas. La mezquita de Isphahan (que se aprecia en la fotografía) constituye el modelo más característico.
También en los monumentos funerarios se va imponiendo un tipo simple de edificio cuadrado cubierto por una gran cúpula, con forma bulbosa y con gran decoración externa, con profusión de cerámica esmaltada. El influjo constantinopolitano será constante en la construcción de mezquitas.

46. Arte musulmán del período Omeya y Abbasida.

En la época Omeya, la influencia bizantina es muy profunda. Es en esta etapa siria cuando queda diseñado el modelo esencial de mezquita, tal y como antes se describió en el anterior tablón. Entre las construcciones de carácter civil, destacan los palacios o badías de Mschatta y Qusayr Amra. El segundo conserva, aunque en deteriorada situación, interesantes pinturas en las que aparecen representados los monarcas vencidos por los ejércitos islámicos (entre ellos el visigodo Rodrigo) además de escenas de danzas, música y baños tan al gusto musulmán. Del período abbasida son las realizaciones que denotan una mayor influencia de las tradiciones arquitectónicas mesopotámicas y sasánidas. La mezquita de Samarra (mostrada en la foto), debida al califa Mutawaquil, posee un curioso minarete cuya rampa de acceso describe un recorrido helicoidal que recuerda a los antiguos ziggurats.
En el trazado de sus naves, destaca la forma de T, parecida a un crucero y originada al cruzarse la nave central con la que sigue transversalmente el muro o qibla y tener ambas naves mayor anchura que el resto. La distribución del minarete en cuerpos de planta cuadrada y de tamaño decreciente según se sube en altura, así como la bóveda gallonada que lo corona, son aspectos muy característicos de la arquitectura islámica, que tiene en esta mezquita una de sus obras más representativas.

martes, 22 de abril de 2014

45. Rasgos distintivos del arte islámico.

a) La arquitectura islámica es una síntesis de elementos bizantinos, cristianos, coptos, etc. Los edificios suelen tener poca altura; constante sensación de armonía con el paisaje. La piedra, por su exigencia de mayor trabajo, es menos usada que el ladrillo o el mampuesto, mientras el yeso y la madera eran utilizados de forma general. Los monumentos islámicos suelen inscribirse en volúmenes cúbicos en los que despuntan las esferas de sus cúpulas. Columnas y pilares, generalmente delgados, soportan techumbres ligeras; las bóvedas siendo abundantes las de crucería con la peculiaridad de que los nervios no se cruzan en el centro sino que dejan un espacio cuadrado de varias figuras poligonales. Por herencia del arte visigótico hispano se adopta en Córdoba el arco de herradura; los arcos polilobulados son constante motivo de decoración. En todo el ámbito musulmán se dibujan arcos de herradura puntados que alternan de color (rojo y blanco) o de superficie (una decorada y la siguiente lisa).

b) Es común al gusto musulmán dedicar un mayor cuidado a la decoración interior mientras que las fachadas exteriores ofrecen una sorprendente simplicidad que sólo se abandona en portadas y recubrimientos de cúpulas. La influencia bizantina es palpable en la elección de temas decorativos. Se excluyen los temas animados y gozan de predilección los de carácter vegetal presentados de forma estilizada y los de trazado epigráfico o línea geométrica que en los dibujos de lazo señalan seriaciones infinitas.

c) Es muy menguada la atención a la pintura y a la escultura, restringidas por motivos religiosos; aparecen en edificios de carácter profano. Son muy apreciadas las pinturas que se emplean en iluminar libros científicos o de cuentos. La cerámica es muy sugestiva, sobresalen las piezas de barro cocido vitrificado que poseen un peculiar brillo metálico; el mosaico encuentra su mejor logro en el tipo alicatado (constituido por piezas de diversas formas, dispuestas con ritmo regular) llamadas aliceres.

d) La mezquita. Lugar de reunión de la comunidad musulmana; su estructura deriva de la casa de Mahoma en Medina. El esquema de estos edificios no se estableció de una vez ni sin palpables vacilaciones. Sus partes fundamentales son:

     1. El patio (sahn), a cielo descubierto como queriendo evocar la extensión del desierto, rodeado de arquería, con su centro ocupado por una fuente para las abluciones (sabil) que suele estar cubierta con un templete; en uno de sus lados se sitúa la torre (alminar o minarete) la cual puede tener diversas plantas, siendo las más frecuentes la cuadrada, octogonal o circular; desde lo alto el almuédano llamaba a la oración.

    2. La gran sala de oración, dividida en numerosas naves (haram) que se orientan perpendicularmente hacia el muro llamado qibla, que da frente al Este, es decir, en dirección a la Meca; el mihrab, nicho abierto generalmente en el eje central de la qibla. Suele concentrar el mayor flujo decorativo por ser el lugar destinado al califa o en su caso al gobernador. Ante el mihrab se sitúa la maxura, es decir, un recinto habitualmente cercado por estar destinado al califa o al imán. Junto a la maxura se situaba el mimbar o púlpito de madera y por tanto, transformable; a partir de los siglos IX y X se construye en piedra.

   3. En la época abbasida se añaden unas salas generalmente abovedadas, cerradas en tres de sus cuatro lados (iwan); se encuentran en palacios y mezquitas.