jueves, 24 de abril de 2014

47. El arte bajo las dinastías turcas: El influjo de Bizancio.

La ocupación de Bagdad por los turcos selyúcitas tendrá consecuencias importantes para el arte islámico. En relación con el trazado arquitectónico de las mezquitas, los selyúcidas, aunque mantienen el tradicional esquema de la mezquita omaya, introducen una evolución notable al fijar el modelo de las madrazas, sedes de las escuelas teológicas coránicas. Adoptan planta de cruz, disponiéndose en torno a un patio central con aljibe, al que se asoman las dependencias en forma de iwanes. Se añaden la biblioteca, celdas de los estudiantes, cocinas, baños, etc. y con frecuencia incluyen una pequeña mezquita, que es la sala donde se imparten las enseñanzas. La mezquita de Isphahan (que se aprecia en la fotografía) constituye el modelo más característico.
También en los monumentos funerarios se va imponiendo un tipo simple de edificio cuadrado cubierto por una gran cúpula, con forma bulbosa y con gran decoración externa, con profusión de cerámica esmaltada. El influjo constantinopolitano será constante en la construcción de mezquitas.

46. Arte musulmán del período Omeya y Abbasida.

En la época Omeya, la influencia bizantina es muy profunda. Es en esta etapa siria cuando queda diseñado el modelo esencial de mezquita, tal y como antes se describió en el anterior tablón. Entre las construcciones de carácter civil, destacan los palacios o badías de Mschatta y Qusayr Amra. El segundo conserva, aunque en deteriorada situación, interesantes pinturas en las que aparecen representados los monarcas vencidos por los ejércitos islámicos (entre ellos el visigodo Rodrigo) además de escenas de danzas, música y baños tan al gusto musulmán. Del período abbasida son las realizaciones que denotan una mayor influencia de las tradiciones arquitectónicas mesopotámicas y sasánidas. La mezquita de Samarra (mostrada en la foto), debida al califa Mutawaquil, posee un curioso minarete cuya rampa de acceso describe un recorrido helicoidal que recuerda a los antiguos ziggurats.
En el trazado de sus naves, destaca la forma de T, parecida a un crucero y originada al cruzarse la nave central con la que sigue transversalmente el muro o qibla y tener ambas naves mayor anchura que el resto. La distribución del minarete en cuerpos de planta cuadrada y de tamaño decreciente según se sube en altura, así como la bóveda gallonada que lo corona, son aspectos muy característicos de la arquitectura islámica, que tiene en esta mezquita una de sus obras más representativas.

martes, 22 de abril de 2014

45. Rasgos distintivos del arte islámico.

a) La arquitectura islámica es una síntesis de elementos bizantinos, cristianos, coptos, etc. Los edificios suelen tener poca altura; constante sensación de armonía con el paisaje. La piedra, por su exigencia de mayor trabajo, es menos usada que el ladrillo o el mampuesto, mientras el yeso y la madera eran utilizados de forma general. Los monumentos islámicos suelen inscribirse en volúmenes cúbicos en los que despuntan las esferas de sus cúpulas. Columnas y pilares, generalmente delgados, soportan techumbres ligeras; las bóvedas siendo abundantes las de crucería con la peculiaridad de que los nervios no se cruzan en el centro sino que dejan un espacio cuadrado de varias figuras poligonales. Por herencia del arte visigótico hispano se adopta en Córdoba el arco de herradura; los arcos polilobulados son constante motivo de decoración. En todo el ámbito musulmán se dibujan arcos de herradura puntados que alternan de color (rojo y blanco) o de superficie (una decorada y la siguiente lisa).

b) Es común al gusto musulmán dedicar un mayor cuidado a la decoración interior mientras que las fachadas exteriores ofrecen una sorprendente simplicidad que sólo se abandona en portadas y recubrimientos de cúpulas. La influencia bizantina es palpable en la elección de temas decorativos. Se excluyen los temas animados y gozan de predilección los de carácter vegetal presentados de forma estilizada y los de trazado epigráfico o línea geométrica que en los dibujos de lazo señalan seriaciones infinitas.

c) Es muy menguada la atención a la pintura y a la escultura, restringidas por motivos religiosos; aparecen en edificios de carácter profano. Son muy apreciadas las pinturas que se emplean en iluminar libros científicos o de cuentos. La cerámica es muy sugestiva, sobresalen las piezas de barro cocido vitrificado que poseen un peculiar brillo metálico; el mosaico encuentra su mejor logro en el tipo alicatado (constituido por piezas de diversas formas, dispuestas con ritmo regular) llamadas aliceres.

d) La mezquita. Lugar de reunión de la comunidad musulmana; su estructura deriva de la casa de Mahoma en Medina. El esquema de estos edificios no se estableció de una vez ni sin palpables vacilaciones. Sus partes fundamentales son:

     1. El patio (sahn), a cielo descubierto como queriendo evocar la extensión del desierto, rodeado de arquería, con su centro ocupado por una fuente para las abluciones (sabil) que suele estar cubierta con un templete; en uno de sus lados se sitúa la torre (alminar o minarete) la cual puede tener diversas plantas, siendo las más frecuentes la cuadrada, octogonal o circular; desde lo alto el almuédano llamaba a la oración.

    2. La gran sala de oración, dividida en numerosas naves (haram) que se orientan perpendicularmente hacia el muro llamado qibla, que da frente al Este, es decir, en dirección a la Meca; el mihrab, nicho abierto generalmente en el eje central de la qibla. Suele concentrar el mayor flujo decorativo por ser el lugar destinado al califa o en su caso al gobernador. Ante el mihrab se sitúa la maxura, es decir, un recinto habitualmente cercado por estar destinado al califa o al imán. Junto a la maxura se situaba el mimbar o púlpito de madera y por tanto, transformable; a partir de los siglos IX y X se construye en piedra.

   3. En la época abbasida se añaden unas salas generalmente abovedadas, cerradas en tres de sus cuatro lados (iwan); se encuentran en palacios y mezquitas.

44. El islam y el arte islámico en España. Las etapas de la expansión.

El surgimiento de la civilización islámica tiene su origen en el impulso de la nueva religión predicada por Mahoma. Mahoma galvaniza algunas vivencias extendidas entre los pueblos del desierto (reconocimiento de la ciudad santa, hábito de emprender peregrinaciones, culto a los dioses locales, papel dirigente de una tribu concreta, etc.) y comienza en la Meca la predicación de una fe  que reúne verdades de estirpe cristiana, judía y zoroástrica junto a ancestrales prácticas de las tribus árabes. Como es conocido, el rechazo en su propia ciudad, le obliga a protagonizar la huida hacia Medina, acontecimiento que servirá como punto de partida para la cronología musulmana. A la muerte del profeta, el estado teocrático fundado por él, se extendió rápidamente por toda Arabia, Siria, Persia y Egipto. En su extensión, los musulmanes adoptan y nacionalizan las formas vigentes en las tierras conquistadas rebosantes de reliquias de arte romano, bizantino, persa, visigodo, etc.

Las disensiones entre las distintas facciones visigodas facilitarían la penetración incluso más allá de la barrera pirenaica hasta que las tropas de Carlos Martel les frenaran en Poitiers. En la primera mitad del siglo VIII se estabilizaron las fronteras del mundo musulmán clásico, donde se asentará su civilización y por tanto, también su arte.

Bajo ambas dinastías, Omeyas y Abbasidas, la cultura islámica queda definida en sus principales aspectos religiosos y artísticos. La evolución política posterior, especialmente la preponderancia que tomaron las disnastías turcas, tendrá profunda incidencia en el ámbito cultural islámico.

43. Tercera etapa: Del siglo XI a la caída de Constantinopla.

El Imperio Bizantino ha ido recorriendo una etapa de progresiva decadencia. El proceso de feudalización y el incremento de la propiedad territorial latifundista irán minando las bases fiscales y militares del Imperio. El poder central pierde paulatinamente autoridad y el territorio se verá atacado simultáneamente por turcos, cruzados, normandos y venecianos.
Las tensiones religiosas crecen de modo incontenible. Las persecuciones contra los católicos justificarán la intervención de los codiciosos comerciantes venecianos, quienes apoyan una nueva cruzada en la que quedarán unidos los intereses económicos y políticos con los religiosos. Finalmente, aparecerán reinos independientes y la consolización de los nuevos imperios veneciano y genovés. El fin del Imperio Latino no significa la recuperación, imposible en toda forma, del Imperio Bizantino, que acabará bajo dominación otomana.

La arquitectura.
La sensación de ligereza va abriéndose paso firmemente, al tiempo que la decoración de los muros, con notable riqueza cromática, consigue que resulten menos pesados y más dinámicos. Destaca la iglesia de Santa Sofía de Kiev, que servirá como modelo a los templos del futuro imperio ruso. Fuera del Imperio Bizantino pero en el interior del campo de sus relaciones culturales, aparece el monumento más conocido del período final de Bizancio, San Marcos de Venecia, (la cual se puede apreciar en la foto), es de cruz griega con cinco grandes cúpulas con cinco grandes cúpulas, una central y las otras cuatro elevadas sobre otros tantos brazos; la aparición de los ábsides es característica de la arquitectura bizantina posjustiniánea.

La pintura.
Hemos aludido a la extensión del arte bizantino por el reino ruso. La tradicional importancia del icono se verá allí potenciada en el extraordinario desarrollo de la iconostasis, que era un muro repleto de iconos que separaba el presbiterio del lugar ocupado por los fieles. En los mosaicos de la iglesia de San Marcos de Venecia vemos concretado el estilo de la última época bizantina, que se manifiesta también en Sicilia. San Marcos ofrece un punto de contacto entre lo bizantino y lo románico occidental.

42. Segunda etapa: 850-1050.

El imperio Bizantino alcanza la victoria sobre los búlgaros y extiende su influencia hasta el Danubio y el Adriático. Consigue realzar el poderío bizantino y construir una etapa de esplendor una vez finalizada la Guerra de las Imágenes.

La arquitectura.
Se ha llegado a una evolución que engloba la tradición clásica justiánea y las formas más macizas y cúbicas que caracterizan las iglesias de los siglos VII y VIII. El modelo de iglesia de cúpula de crucero en torno a la que se ordenan otros recintos también cupulados, que queda constituido en modelo normativo, y en las que el mosaico, a pesar de ser bajas y sólidas cúpulas, produce una desmaterialización del volumen arquitectónico. Los templos más importantes dispondrán del pórtico cubierto con cúpula.

La pintura.
Experimenta un salto atrás, haciéndose palpable una inseguridad estilística y al mismo tiempo la búsqueda de una nueva concepción para el cuadro. Alcanza gran esplendor la pintura de los libros, destacan los Salterios, siendo de gran riqueza los de carácter cortesano y más sencillos los de y uso popular o monástico. La ilustración de libros se refiere no sólo a temas religiosos sino a obras científicas y literarias.

La escultura.
La radicalización iconoclasta ha dejado una profunda huella, incluso después de su derrota es tenida en cuenta por los artistas, en otra evolución pudieran ser de nuevo acusados de idolatría. Por ello, la figura humana será deshumanizada; los cuerpos quedan anónimos bajo ropajes. Se crean tipos de imágenes que la iconografía hará repetir incansablemente. De composición sencilla como la Virgen Theótokos hasta más complejas como la Déesis. Son destacadas las obras en marfil, de carácter preferentemente religioso o cortesano. El arte bizantino es realmente complejo y se transforma en las provincias, siendo este fenómeno muy marcado entre los artistas italianos y rusos.