martes, 22 de abril de 2014

42. Segunda etapa: 850-1050.

El imperio Bizantino alcanza la victoria sobre los búlgaros y extiende su influencia hasta el Danubio y el Adriático. Consigue realzar el poderío bizantino y construir una etapa de esplendor una vez finalizada la Guerra de las Imágenes.

La arquitectura.
Se ha llegado a una evolución que engloba la tradición clásica justiánea y las formas más macizas y cúbicas que caracterizan las iglesias de los siglos VII y VIII. El modelo de iglesia de cúpula de crucero en torno a la que se ordenan otros recintos también cupulados, que queda constituido en modelo normativo, y en las que el mosaico, a pesar de ser bajas y sólidas cúpulas, produce una desmaterialización del volumen arquitectónico. Los templos más importantes dispondrán del pórtico cubierto con cúpula.

La pintura.
Experimenta un salto atrás, haciéndose palpable una inseguridad estilística y al mismo tiempo la búsqueda de una nueva concepción para el cuadro. Alcanza gran esplendor la pintura de los libros, destacan los Salterios, siendo de gran riqueza los de carácter cortesano y más sencillos los de y uso popular o monástico. La ilustración de libros se refiere no sólo a temas religiosos sino a obras científicas y literarias.

La escultura.
La radicalización iconoclasta ha dejado una profunda huella, incluso después de su derrota es tenida en cuenta por los artistas, en otra evolución pudieran ser de nuevo acusados de idolatría. Por ello, la figura humana será deshumanizada; los cuerpos quedan anónimos bajo ropajes. Se crean tipos de imágenes que la iconografía hará repetir incansablemente. De composición sencilla como la Virgen Theótokos hasta más complejas como la Déesis. Son destacadas las obras en marfil, de carácter preferentemente religioso o cortesano. El arte bizantino es realmente complejo y se transforma en las provincias, siendo este fenómeno muy marcado entre los artistas italianos y rusos.


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