martes, 26 de noviembre de 2013

16. Período arcaico griego.

Lo que para los egipcios y los mesopotamios constituía una meta es para los talleres egipcios un punto de partida, la cual se plasma en la serie kúroi, atletas desnudos, y kórai. Con respecto a la serie de caballos y figuras humanas, los restos más antiguos que el mundo helénico nos ha legado, y que se caracterizaban por su abstracción, el kúros y la kóre, aún conservando la rigidez de los modelos orientales, perceptible en la dificultad para doblar los dedos y extremidades. Muchos son todavía los rasgos del arcaísmo; ojos almendrados, pelo ordenado en superficies geométricas, expresión hierática; pero en un siglo los escultores aprenden a conquistar posiciones diversas y a plasmar la sonrisa. La misma búsqueda y evolución constante encontramos en las kórai. En las estatuas de doncellas que se dedicaban como exvotos en el recito de Acrópolis y se distingue el peplo dórico con su simetría, su escasez de pliegues... y el jónico, con su asimetría, diagonales, abundancia de plegado. De esta forma, los escultores avanzan también en las técnicas de blandura y flexibilidad de las telas. La transición al clasicismo, está impulsada por los relieves de los frontones de Egina y Olimpia. En el frontón oriental se expresa la tristeza y el dolor. La forma triangular del espacio obliga a doblar las figuras y la composición de las batallas exige del escultor un dominio del movimiento y la relación. La fuerza de Hércules que dispara con su arco, la variedad de las expresiones, la concepción espectacular del movimiento señalan la aurora de un arte nuevo. Valores similares se consiguen por esos años en el bronce.

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