El helenismo es en primer lugar, la crisis de la polis. En ese nuevo mundo político de Alejandro Magno, no tienen sitio los ideales de armonía y medida de la Grecia clásica y son sustituidos por los nuevos valores que provocan una intensa mutación artística.
En escultura se inicia una nueva era de realismo un tanto amargo; se prefiere el desequilibrio de los cuerpos retorcidos a las serenas posturas fidíacas, el dramatismo de las expresiones a los rostros tranquilos, la fealdad de monstruos o seres amenazadores a la belleza clásica. En el grupo del Lacoonte los cuerpos se retuercen, los músculos se hinchan, los rostros expresan dolor, estamos ya en otro mundo artístico.
El recuerdo de los ideales de armonía se conserva todavía en la venus de Milo, pero las formas barrocas, caracterizadas por el movimiento intenso y la tensión, se plasman en la Victoria de Samotracia, cuyos pliegues arremolinados y postura elástica tanto se diferencias de las Victorias de la escuela de Fidias.
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